A partir de 1998, ex alumnos, familias y docentes del colegio Stella Maris, en colaboración con las Hermanas Franciscanas del Verbo Encarnado, comenzaron a trabajar en el Barrio Cruz de Carrasco, específicamente en el asentamiento Villa del Chancho. Las condiciones en este asentamiento eran de extrema pobreza, con viviendas construidas con chapas y bolsas de nylon sobre una gran acumulación de basura que alcanzaba los 12 metros desde la superficie hasta la tierra firme, siendo este un antiguo vertedero de residuos de la Intendencia de Montevideo. El asentamiento carecía de servicios públicos y presentaba una situación infrahumana en términos de salubridad.

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La mayoría de las familias en el asentamiento sobrevivían recolectando residuos; alimentaban a los cerdos con los desperdicios orgánicos y vendían los materiales reciclables.

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Durante el trabajo con estas familias, se descubrió que varios adultos y niños tenían niveles extremadamente altos de plomo en sangre. Esta situación llevó a la conclusión de que la única solución viable era trasladar a estas familias a un lugar más adecuado.

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Con ese propósito, se llevaron a cabo diversas gestiones ante particulares e instituciones. En un plazo relativamente corto, se logró la donación de terrenos en el barrio Flor de Maroñas, gracias al ex Club Cupra, la Asociación Cultural y Técnica, y la generosidad de un particular.